El Toro Apis – Otros toros sagrados

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Mnevis

Mnevis

Mnevis

El Apis no fue el único toro que se adoró en Egipto, hubo por lo menos tres formas mas de toros sagrados, aunque menos conocidas. De dos quedan algunos datos y del tercero sólo breves menciones. Sin embargo ninguna de ellas logró alcanzar la celebridad del Apis.

En el primer caso tenemos a Merur o Mnevis y a Baj o Bujis y en el segundo caso al toro de Min. Mnevis fue el toro sagrado de la ciudad de Heliópolis y representaba a Ra-Atum, es decir el poder vivificante del sol. Se le llamaba “La Renovación de la Vida”, sin embargo también se le relacionó con Osiris ya que se ha encontrado su nombre como Mnevis-Osiris o Mnevis-Uenen-Nofer. En la ciudad de Zagazig, en el Delta, se encontró parte de un obelisco, monumento eminentemente solar, de la época de Nectánebo II, Dinastía XXX, en el que se le llama al rey el amado de Osiris en tres manifestaciones: “El Gran Toro, Señor de Horbeit”, “El Mnevis de Horbeit” y “El Alma Viviente en su Barca Viviente”. Ra fue un dios adorado en Egipto desde tiempos prehistóricos y prevaleció a través de toda su historia. Creó al mundo y se creó a sí mismo dentro de un huevo. Fue dios supremo y recorría el cielo de día en su barca Mandyet, “Que se hace fuerte”, cuando estaba en todo su poder y su esplendor y por la noche lo hacía en su barca Mesektet, “Que se hace débil”, cuando su poder menguaba y se veía obligado a luchar con enemigos poderosos, como la serpiente Apofis, es decir las potencias adversas a la luz. Sin embargo diariamente salía triunfante por el horizonte oriental haciendo patente su poder sobre esas fuerzas y sobre la naturaleza a la que hacía renacer por medio de sus rayos vivificantes. Atum fue el dios creador de Heliópolis, llamado el “Total”. En el Reino Antiguo se le identificó con Ra, siendo Atum el dios del atardecer. Se le representó como un hombre portando la doble corona y su animal representativo era el icneumón.

El nombre egipcio de Mnevis era Nem-Ur o Mere-Hur. Respecto a su color la mayoría de los autores asientan que era negro sin marcas y algunos pocos afirman que era blanco, pero con penachos de pelo oscuro en el cuerpo y en la cola, o moteado. Como los demás animales, debió ser un dios autónomo que con el tiempo se subordinó al culto de Ra-Atum y se convirtió en su heraldo y en su oráculo. Su culto y las ceremonias que lo acompañaban no han llegado hasta nosotros, pero seguramente serían muy similares a las del Apis. Vivía en establos cercanos al templo del dios, con todos los privilegios, como buena comida, vacas, cuidados, etc., dignos de su posición, e incluso cerca de su madre la vaca Hesat.

Sin embargo, respecto a Mnevis, contamos con un detalle particular, relacionado con el faraón Ajenatón. Durante su gobierno este rey, de la Dinastía XVIII, pretendió implantar el culto a Atón, proscribiendo a Amón, a los dioses de su tríada y a los que se habían unido a él. Intentó sintetizar en Atón las cualidades espirituales del mundo sin necesidad de representarlo en forma humana o animal, sino simplemente como un símbolo: un sol con rayos con manos en los extremos. Es de llamar la atención que el culto a un animal tuviera cabida en la nueva religión, cuando la mayoría de los dioses fueron prohibidos y destruidos sus nombres. Se pretendía una religión más espiritual, en donde no hubiera dioses con aspecto humano o animal y que fuera más universal, ya que los beneficios de Atón debían de ser no sólo para los reyes y el pueblo de Egipto, sino para todos. Aunque en realidad en las representaciones, sólo se ve al faraón y a su familia gozando de los rayos del sol. Curiosamente el culto al toro Mnevis prevaleció en este reinado, ya que según el faraón, Atón se manifestaba en él. Incluso en su nueva capital, Ajenatón preparó una suntuosa tumba para el toro sagrado, dejando asentado este hecho en una estela limítrofe, erigida en el cuarto año de su nueva capital. En ella se mencionan los acuerdos llevados a cabo para la adoración y el culto de Mnevis. Esta tumba se hizo en los acantilados del este de la ciudad.

El culto a Mnevis se inició probablemente en épocas muy distantes, según Manetón desde la Dinastía II con el faraón Nebra. También se le representó con un sol y ureo entre los cuernos y, según Plutarco, a Mnevis se le ofrendaron honores más altos que a Apis. Sin embargo es de suponerse que ello varió con los tiempos, seguramente en la época en la que Menfis fue capital, sus dioses y Apis prevalecerían sobre los demás y es muy probable que en la época de Ajenatón, si fuera Mnevis el toro mas importante.

Por otro lado, en la Época Baja, la enorme cantidad de representaciones de Apis en contraposición con las pocas de Mnevis y las múltiples menciones que los autores clásicos hacen respecto a él, nos dan una idea de que Apis era el toro sobresaliente, en la mayoría de las épocas. Llama la atención, sin embargo, que del Apis sólo se ha encontrado una necrópolis, la de Saqqara y en cambio de Mnevis han sido descubiertos más sitios. Cerca de Heliópolis, en Arab-el Tamil, encontramos un cementerio suyo, probablemente de la época ramesida. Otro, muy basto, conteniendo enormes sarcófagos, se encontró en 1954 en Abuyassin, entre Horbeit y Zagazig, en el Delta. Y por último en Tell-El Amarna en donde existe una tumba pequeña pero muy elaborada arquitectónicamente. Queda constancia de que al administrador May, “Escriba de las Tropas de Élite y Superintendente del Ganado del Templo de Ra”, el faraón le concedió el enterramiento del toro sagrado Mnevis.

Cuenta Eliano que Bakenrenef, rey de la Dinastía XXIV, llevó un toro salvaje con el fin de acabar con Mnevis, lo cual no logró pues sus cuernos se atoraron en la rama de un árbol y el toro sagrado lo cornó y lo mató.

Bujis

Bujis

Bujis

Bujis o Baj o Bacis fue el toro sagrado de Hermontis, ciudad al sur de Tebas. Se le llamó “Toro de las Montañas y el Ocaso”. Se caracterizó por su fuerza, violencia y belicosidad. Tampoco aquí los autores coinciden en su color, algunos dicen que debía ser completamente negro y otros, en cambio, que debía tener la cara negra y el cuerpo blanco. Otro de sus atributos sería que su pelo debía estar dispuesto en sentido contrario al de los demás animales, o que este cambiara de color a través de las horas del día. En el Período Bajo se le asoció al dios Montu, dios tebano de la guerra, el cual fue representado al principio con cabeza de halcón y después de toro, armado de un arpa y un hacha, fue patrono de la provincia tebana, antes de ser substituido por Amón. El toro Bujis era el heraldo de Montu en la tierra.

Parece ser que al igual que los dos toros anteriores, Apis y Mnevis, Bujis también tuvo relación con Osiris. Eliano lo llama Onufris, titulo de Osiris, además de que a su nombre se le agregaba el nombre Asar (Osiris) : Asar-Baj.

Probablemente al morir su relación era con Osiris y ya no con Montu. Es curioso observar que algunos autores, en el recuento de toros sagrados egipcios que hacen, nombran como a un toro especifico a Onufris, Aa-Nefer o Unnefer, todos ellos nombres dados a Osiris después de su resurrección. Creo que, después de analizar a estos tres toros sagrados, apreciamos que los tres, al morir, asumían su relación con Osiris como dios del otro mundo y de la resurrección y que no era este el nombre específico de un cuarto toro, del cual por otro lado no hay ninguna información especifica.

Esqueleto de un Bujis. Armant

Esqueleto de un Bujis. Armant

El toro Bujis no era preparado para la momificación como los demás toros, a los cuales por medio de una inserción en el costado, les retiraban las entrañas. A Bujis se las extraían por el ano, con instrumentos retractores de bronce y por medio de enemas, todos ellos artefactos encontrados en sus tumbas. Después se le vendaba en posición reclinada con las piernas dobladas debajo de él, sujetándolo por medio de vendas a una base provista de abrazaderas. Encima de la cara se le colocaba una máscara dorada, con ojos incrustados de vidrio y entre los cuernos un disco con dos plumas.

Sus tumbas, que atestiguan su culto e importancia, fueron encontradas en 1927 por R. Mond y por W.B. Emery en las orillas del Desierto de Armant, al norte de la ciudad de Hermontis. Se le llamó el Bujeón y la tumba más antigua es de la época de Nectánebo II. Esta necrópolis se usó durante 650 años, hasta la época de Diocleciano (S. IV) y en ella se encontraron enormes sarcófagos. También fueron descubiertas las tumbas de la madre del toro. La última inscripción jeroglífica respecto al toro Bujis y su culto es la llamada Estela de Armant (Museo Británico) de 295 d.C., de la época del reinado de Diocleciano. La estela habla de la muerte del toro, posiblemente el último Bujis.

Estela de piedra caliza del Emperador Diocleciano, ofrendando a un Bujis. 67 cm, Bujeum, Armant

Estela de piedra caliza del Emperador Diocleciano, ofrendando a un Bujis. 67 cm, Bujeum, Armant

Otros toros sagrados

Entre los demás Toros sagrados cabe mencionar al Toro de Medamud, llamado “El muy Grande Toro Sagrado que está en Medamud”. Nag El-Medamud, ciudad cercana a Luxor, fue centro importante del culto a Montu desde la Dinastía XII, en el Reino Medio; en ella se encontraron restos de un templo dedicado al toro sagrado del dios. Es probable que este toro fuera el mismo que Bujis, ya que a ambos se les atribuyen signos de fiereza y desde luego, su relación con Montu. Wallis Budge habla también de otro toro sagrado, el “Toro Negro” de la ciudad de Ka-Kam cuyas características se han perdido. Por ser esta la única mención que tenemos, no sabemos si como el anterior, el de Medamud, era probablemente uno de los tres toros importantes, llevando además el nombre de su pueblo o si por el contrario era un toro autónomo con la importancia de estos tres (Apis, Mnevis y Bujis), aunque no lo creemos así en vista de la escasa información que sobre él existe.

Por último tenemos al toro del dios Min, del cual no sabemos su nombre pero si que era blanco y que era adorado en Jemnis y en Coptos. Pocos datos tenemos de este animal, sin embargo se sabe que acompañaba al faraón en uno de los festivales más importantes del ceremonial egipcio, en el de la cosecha. En él se hacía una solemne procesión dirigida por el rey, que iba acompañado del toro blanco, al cual adornaban con un disco solar y dos plumas entre sus cuernos. El rey cortaba una gavilla de trigo y se la ofrecía al toro, probablemente tratando de propiciar la fecundidad. Esta fiesta tan importante se llevó a cabo desde la Epoca Tinita hasta la Romana. Cuando esta finalizaba el rey y la reina se situaban frente al toro y le decían:

“¡Salud a ti! ¡Oh Min, que has fecundado a tu madre! ¡Cuán misterioso es el rito que has realizado en la oscuridad!”

Min fue el dios que personificó la fuerza generatriz de la naturaleza y la procreación de las plantas, los animales y los hombres. Se le representó como un hombre itifálico y su santuario estaba coronado por un par de cuernos de toro. Se le llamaba “Toro de su Madre”, “Kamutef” o “Gran Toro”. El rayo era uno de sus atributos y por ello se le llamaba también “Aquel que desgarra la nube lluviosa”. Al toro de Min sólo se le menciona con relación al dios y sin aportar datos sobre su vida, lugar de residencia o datos específicos sobre él.

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