El Toro Apis – Conclusiones

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Las creencias religiosas de los egipcios estuvieron íntimamente ligadas al otro mundo, a ese mundo en donde el muerto seguía viviendo como en la tierra, con las mismas necesidades las cuales había que resolver. Por ello se les enterró con una serie de objetos materiales, además de las plegarias. Ellos creían que formaban parte de un mundo que era un organismo vivo, por lo tanto el morir no era un rompimiento estrictamente, sino simplemente una reintegración. Tanto la vida como la muerte eran parte integral del ordenamiento armonioso del universo.

Espero que con este trabajo se cumpla uno de los objetivos, que fue en general el de conocer un poco mejor el culto a los animales y en particular el culto al toro en la religión egipcia. Intenté mostrar los por qués y los cómos de esta costumbre un tanto extraña a nuestra cultura, en donde el reconocimiento a las cualidades intrínsecas de cada animal y la identificación humilde hacia ellas, hacían de alguna manera que el hombre se igualara a ese ser sagrado, poniendo de relevancia lo que de sagrado también tiene el hombre.

Otro de los objetivos fue mostrar que era lo que hacía especiales a los animales en la vida y en la muerte, dentro del universo físico y espiritual del pueblo egipcio, que los adoró por ser portadores de características esenciales de la vida tales como la fertilidad y la fuerza. Posiblemente estas características fueron la unión entre el campo secular y el campo sagrado y a través de ellas el hombre se sintió unido a su cosmos y a la sacralidad y trascendencia que este representa.

Así pues, creo que el Toro Apis resulta un compendio y un resumen muy específico de lo que fue la religión egipcia. Relacionado primero con la fertilidad como un simple toro, atributo observado a simple vista; con el tiempo sus advocaciones se fueron diversificando y sofisticando, tornándose más complejas, para finalmente ser vinculado con diversos dioses. Se le relacionó con el río Nilo, fuente primera de fertilidad, por lo que probablemente sus nombres y características coincidieron. Al asociarlo con Ptah, pasa a formar parte importante de las advocaciones de un dios creador, de primordial importancia en la explicación de la creación del mundo egipcio; además Ptah permaneció siempre como un dios respetado y venerado.

Por otro lado, se le relacionó también con Osiris, dios de la muerte y de la resurrección, importantísimo siempre en todos los niveles de la sociedad. Con Ra, dios antiquísimo y fuente de energía creativa, primera presencia contundente de un poder extraordinario para el hombre, Apis también cooperó. Se le relacionó además de los arriba mencionados, con Horus y con Sokar, dioses de primera magnitud siempre. Íntimamente relacionado con el dios humano, el faraón, el cual se identificaba con los atributos del Apis, la fuerza y la fertilidad. El toro lo proveía de los títulos protocolarios de “Toro Victorioso” o “Toro Potente” y al morir el faraón, el falo del Apis le proporcionaba la fuerza para llegar al reino de Ra. Finalmente en esto radica la importancia de nuestro toro Apis, en quien se amalgamaron importantes cualidades de los dioses más representativos del panteón egipcio. Apis tuvo que ver con la vida y con la muerte, abarcó todo el entorno del hombre, es decir que estuvo presente en todo el ámbito humano. El Apis, como un animal extraordinario, fue el puente entre los dioses y los hombres, a través de él ambos pudieron comunicarse. Fue una manera de conjugar las fuerzas de la naturaleza, en las que participaban los dioses lejanos y el hombre presente, solo y temeroso, quien difícilmente entendía ese mundo divino y que por medio de un ser terreno, con características especiales, podía enlazar al hombre perecedero con el dios eterno.

Como hemos podido apreciar el Toro Apis fue venerado a través de toda la historia egipcia. Sin embargo hubo épocas de mayor esplendor y otras en donde este culto disminuyo o se vio opacado por otros. También posiblemente aún nos falten datos por conocer o por descubrir. Las referencias que tenemos del Apis en las Dinastías Tinitas y en el Reino Antiguo son pocas, pero existen. Del Primero y Segundo Periodo Intermedio no los hay, lo cual no resulta sorpresivo tomando en cuenta que fueron épocas de decaimiento en las instituciones faraónicas, de invasiones extranjeras y de división dentro del mismo territorio.

Con el advenimiento del Reino Medio volvemos a oír de Apis, aunque escasamente, lo cual posiblemente tenga que ver con la preponderancia que el culto a Amón había adquirido dentro de las esferas del poder, resultando que la devoción faraónica se dirigía ahora hacia el carnero, representante de Amón. Sin embargo, a pesar de ello, Apis volvió a jugar un papel importante desde la Dinastía XVIII hasta el final de la historia antigua egipcia, y muchas veces trascendió este límite temporal. Teniendo en cuenta que la historia egipcia se caracterizó por la permanencia esencial de todas sus instituciones, podemos pensar que el culto al Toro Apis también se llevó a cabo en esos espacios, hasta hoy vacíos de información, ya que al final, en la Época Baja, se le veneró con mayor fervor.

Así pues, el toro en general, y en este caso el Apis en especial, representó para el hombre un ser superior con ciertas características que eran esenciales para sobrevivir y trascender. Si el hombre no era fértil y no podía reproducirse, su estirpe y su legado desaparecerían; si el hombre no era fuerte, física y espiritualmente, difícilmente podría llevar a cabo cualquier tarea que emprendiera. Creo que el hombre se sentía, como quizá se siente aún en el presente, perdido en la inmensidad del cosmos y ante los misterios de la vida y de la muerte. Esos primeros elementos a los cuales volteó sus ojos y sus plegarias, estaban demasiado distantes de él, en cambio los animales especiales se encontraban muy cerca, podían observarlos, amarlos, rendirles culto, sentirlos cerca e incluso, reclamarles. Cuando ya su seguridad se acrecentó y su razonamiento los proveyó de deidades más espirituales, más profundas y más elevadas, los egipcios no quisieron o no pudieron separarse de ese primer vínculo con la divinidad, y simplemente las amalgamaron y las conjugaron, dejándolas así para siempre.

Teniendo en cuenta la complejidad del pensamiento egipcio respecto a las partes integrantes de los hombres, el ka, el ba, etc., es fácil suponer que los dioses serían igualmente complejos en su integración, es por ello que creo que los animales, advocaciones, teofanías, representantes, heraldos o cualquiera que fuera exactamente su papel, sí eran una parte sustancial del dios, es decir sí formaban parte de su ser, posiblemente como su ba, alma o principio vital. Sin embargo no deja de llamar la atención dentro de la singularidad del Apis y en este caso de los otros toros sagrados, el que ellos sí tenían un nombre particular. Me refiero a que de todos los demás animales sagrados que también eran heraldos, advocaciones, etc. de algún dios, ninguno tenía un nombre propio. El nombre era para los egipcios una parte importante de la persona, es decir que no era sólo un adorno o una palabra para distinguir, era parte integrante del ser. Por ello el que los toros sagrados hayan contado con un nombre personal me parece que nos da la pauta de la importancia que el animal tenía como ser, ese ser en especial y no únicamente como representante del dios.

A los toros se les rindió culto en todo Egipto. En el norte a Apis y Mnevis, a este último también en el centro; a Bujis y a los otros toros en el sur. Era un culto perfectamente establecido y con toda una serie de rituales que se llevaban a cabo con dedicación. La gente se acercaba a ellos, los consultaba y sobre todo los adoraba como el conducto que eran entre ellos y los dioses. Lo anterior nos indica que posiblemente en cuanto a su connotación de fertilidad y fuerza todos los toros fueron similares, sin embargo el que fueran singularizados mediante el otorgamiento de un nombre nos permite pensar que desde luego, no eran idénticos y que cada uno contaba, de acuerdo al dios que representaba, con diferentes particularidades. Estas podrían derivar además de las diferencias regionales imperantes en las diferentes épocas. Sin embargo, es un hecho el que Apis fue entre todos ellos el más venerado y por tanto el más importante y conocido. Prueba de ello es la mayor información y los grandiosos monumentos que en su honor se erigieron. Sumado a lo anterior está la trascendencia de su culto en el tiempo y en el espacio.

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