Francisco López – Febrero de 1998
El faraón Sejemjet se hizo construir un recinto funerario con una pirámide escalonada, aún mayor que la de Dyeser al suroeste de esta. La pirámide nunca se finalizó, posiblemente debido a la corta duración de su reinado (6 ó 7 años), y fue desapareciendo bajo la arena. En 1950 el egiptólogo egipcio M. Zakaria Goneim, nombrado conservador de Saqqara, la descubrió y desde entonces se la conoce con el nombre de ‘La pirámide sepultada’. Haciendo un paréntesis diremos que Goneim fue falsamente acusado de tráfico de antiguedades y se suicidó en el Nilo en 1959 cuando su amigo el profesor Lauer ya había encontrado pruebas de su inocencia.
El complejo estaba rodeado de una muralla rectangular de aproximadamente 550 x 180 metros. Inicialmente el proyecto consistía en un recinto rectangular de unos 265 x 180 metros. Cuando ya se habían construido 46 metros de muro, con seis hileras de bloque, el proyecto sufrió una gran modificación que supuso la ampliación en sentido norte-sur (188 hacia el norte y 97 hacia el sur). La pirámide debería haber tenido una base de unos 109 x 121 metros con una altura de 70 metros, en 6 cuerpos, y un ángulo de inclinación de 70º. Actualmente sólo quedan los cimientos y el cuerpo inferior con 14 capas de 2,60 metros de espesor. La pirámide estaba situada en el centro del recinto y construida de bloques de caliza. A la cámara se podía acceder por un pasadizo situado a 40 metros al suroeste del eje piramidal.
La cámara funeraria, excavada en la roca es de 8.40 x 5.22 metros con una altura de 4.5 metros y en ella se encontraba un sarcófago de alabastro vacio, que representaba la última esperanza de Goneim de encontrar el cuerpo del faraón tal y como había sido enterrado 2600 años antes. El sarcófago fue realizado en un único bloque de piedra y situado bajo el vértice de la pirámide. Mide 2.35 metros de largo, 1.10 de ancho y 1.05 de altura.
En el pasadizo existe un pozo vertical que contenía gran cantidad de papiros escritos en demótico, así como jarrones de alabastro y joyas de oro de la III Dinastía. En el mismo pasadizo hay otro que conduce a 132 salas subterraneas dispuestas en zigzag.
Quizás lo más importante del descubrimiento de Goeim no haya sido la propia construcción, sino que gracias a él pudo conocerse el faraón sucesor de Dyser, hasta ese momento desconocido.
– Historia de las Pirámides de Egipto de José Miguel Parra Ortiz. Editorial Complutense. Madrid 1997.