El Toro Apis – El toro, animal sagrado

[Mapa]

Desde épocas protohistóricas, el toro ocupó un lugar importante en la vida de los seres humanos. Tanto el nómada como el sedentario conviven de cerca con este animal, que se agrupa a su lado y del cual el hombre, muchas veces, depende para su supervivencia. Por ello aprende a conocerlo bien y a representarlo, identificándolo con la virilidad y la procreación en la naturaleza.

Los objetos sagrados, ya sean animales, plantas, lugares u objetos no se veneran por sí mismos, sino que se les considera sagrados porque revelan la realidad última o porque participan de ella. Se llega a este estado mediante su misma facultad de ser, como el sol, la luna y la tierra; o por su forma que nos sugiere o simboliza otra cosa como la serpiente o el caracol o por una hierofania, cuando ese objeto se sacraliza por medio de un ritual o por el contacto con alguien o algo sagrado. El toro se vuelve un objeto sagrado en el cual se lleva a cabo la paradoja de ser a un mismo tiempo él mismo y por el otro lado un dios celeste íntimamente relacionado con la fecundidad, que es uno de los atributos de algunos de los dioses creadores celestes, ya que el cielo es la región en donde se decide la fertilidad de la tierra. Se veneran en este animal sus posibilidades fecundantes. El toro evoca la idea de potencia y de fogosidad irresistible, es pues el símbolo de la fuerza creadora y por ello se le relaciona con el sol, por el fuego de su sangre y la radiación de su semen y, sobre todo, con la luna a la que desde épocas muy tempranas se le atribuyó la concesión de la fecundidad universal, por medio de la distribución de las aguas y las lluvias. Sugirió al hombre y solidarizó en su mente, hechos tan esenciales en la vida como el nacimiento, la evolución, la muerte, la resurrección, el agua, las plantas, el ciclo de la mujer y la fecundidad. Fue rápidamente asimilada a los cuernos del toro que desde las culturas neolíticas representan la fertilidad, la creación periódica y la vida inagotable de la Luna. Los cuernos son la imagen de la luna nueva y los cuernos dobles seguramente representarían dos lunas crecientes, dando como resultado una síntesis del pensamiento que los llevaría a la idea de la evolución astral total. Por otro lado, los cuernos representan, tomando en cuenta sus extremos, la fuerza viril del dios; pero haciendo referencia a su base, más ancha, su relación es con la tierra que fructifica. Así pues la luna en menguante asemeja a las astas del toro y cuando se abulta, cada determinado tiempo representando el estado de gravidez, se iguala a la base del cuerno. Al toro también se le asoció con el sonido del trueno similar a su mugido y con el huracán ya que la lluvia fertiliza igual que su semen. Ambos representan así, la vital fuerza fecundante de la naturaleza.

Al toro lo encontramos esbozado ya en las pinturas del paleolítico, en las pinturas rupestres de las Cuevas de Altamira en España y en las de Lascaux, en Francia. En el neolítico tanto en Europa y sobre todo en Oriente, el toro fue ampliamente venerado y representado. En la Europa oriental se han encontrado gran cantidad de estatuillas de animales, siendo la mayoría de ellas toros.

En Cerdeña, en una tumba, se hallaron esculturas que representan cabezas de toros con cuernos en forma de cuarto creciente, además de gran cantidad de bucráneos en la necrópolis de Anghelo Ruju.

En España también hay rastros de un posible culto al toro, representado por túmulos con cuernos de consagración.

En la meseta de Anatolia encontramos ya desde el 6.500 a.C. un culto bien representado. En las ciudades de Catal Huyuk y Hacilar se descubrieron diversos santuarios con representaciones de cabezas de toro y carnero, hechas tanto al fresco como en relieves de yeso y también estatuas; además de cuernos y cráneos auténticos, cuidadosamente colocados.

En las tierras de Mesopotamia, en Tell Arpachija y en otros sitios se han encontrado con mucha frecuencia cabezas de toro en cerámica pintada y estatuillas en piedra, hueso y terracota. Los sumerios adoraron a un toro representado con cabeza humana, símbolo de fecundidad. El dios lunar babilonio Sin era llamado el poderoso becerro de Enlil y el asirio Bel era calificado como “Toro Divino”, quien con alas se erguía como guardián de las moradas.

El pueblo hitita adoró a un dios toro, del cual no se sabe el nombre pero sí que era dios del cielo y del huracán y al que también se le represento como un toro, un mazo o un rayo.

En la India, en la antigua estación de Mohenjo Daro se encontraron estatuillas de toros. En la época prevédica se realizaban juegos de toros de corte religioso. Indra, dios del trueno y la humedad, el dios védico más popular, era comparado con un toro y Siva, otro de los dioses hindúes importantes, usaba como vehículo para transportarse al toro Nandi.

Asimismo en la cultura minoica el culto al toro jugó un papel importante, representando probablemente el poder autofecundante de su dios. El toro cretense es ampliamente conocido por los estucos del Palacio de Knossos y en otros sitios u objetos.

China también nos provee de elementos bovinos, ya que es frecuente encontrar cuernos estilizados al lado de símbolos femeninos como rombos, en las culturas prehistóricas de Kansu y Yang-chao.

Los persas adoraron al dios Verethragna, símbolo viril, que se representaba como toro, carnero o jabalí. En Susa y Persépolis se hayan hermosos capiteles en forma de prótomos de toro.

En la Arabia del sur el dios más importante fue Almakah, dios luna que se representó como toro o como cabra montés.

Esta influencia del toro la apreciamos también en Palestina en donde los patriarcas hebreos adoraban al dios El, un toro, proscrito más tarde por Moisés.

Finalmente, algunos dioses griegos están representados por toros, como Poseidón dios de los océanos y de las tempestades o como Zeus que incluso tomó esa forma para seducir a Europa, y en general, la mayoría de los dioses fluviales.

El toro, como podemos apreciar, ha jugado un papel importante en la vida del hombre desde épocas remotas. Su intensa virilidad y el aspecto de sus cuernos lo mimetizaron pronto a la importante función regeneradora de la naturaleza y esta a su vez le sugirió al hombre la esencial idea de su propio renacimiento, con la promesa de otra vida, cuestión de primordial importancia en la vida de los seres humanos.

En Egipto el toro también fue adorado y su culto prevaleció en todos los periodos de su historia. Estuvo relacionado con la luna en especial, sin embargo aquí, el toro y en este caso la vaca fueron considerados también representantes del sol y de la bóveda celeste. Así, el mismo cielo es una vaca moteada de estrellas, a través de la cual el barco del sol navega, y el mismo sol es un toro poderoso “El Toro del Cielo”.

La relación que guardaría el culto al sol, íntimamente ligado a la creación, se ve también influida por la procreación, ya que el sol, al renacer cada día, debía poder hacerlo por medio de la necesaria fecundación, y en este sentido el ganado, el toro, estaría relacionado estrechamente con el sol y simultáneamente con la luna, como ya se vio arriba. El mismo sol renace, pero después de fecundar al cielo Nut, a la vaca. En resumen, el sol es un gran toro salvaje, el cielo una vaca y el sol naciente un becerro. Ya en los Textos de la Pirámides se menciona al “Toro de Ra que tiene Cuatro Cuernos” y que protegía los caminos del cielo.

Por otro lado el toro también estuvo asociado a los dioses de la tierra, en especial a Min quien personificaba la fuerza generativa de la naturaleza. Se le asoció con un toro blanco al cual se le ofrecía una parte de la primera cosecha de trigo de la temporada. A este dios se le llamaba igual que a Atum, Kamutef “Toro de su Madre”. Como si esto fuera poco, al ser inseparable la vida de la muerte, el toro también estaba asociado a los ritos funerarios. Cuando portaba un sol entre los cuernos era a la vez símbolo de fecundidad y divinidad funeraria ligada a Osiris.

El toro, en este caso el Apis, llevaba sobre su lomo al muerto hacia las regiones del otro mundo. Curiosamente y por otro lado, el faraón debía ganarse el derecho a estar en el “Campo de las Ofrendas”, sitio al que llegaba al final de su camino en compañía del sol, luchando contra un toro, guardián de este campo.

El toro fue representado en Egipto desde épocas muy antiguas. Además de las prehistóricas ya mencionadas, tenemos como ejemplo una paleta encontrada en Hieraconópolis de 3100 a.C. en donde vemos al faraón, representado por un poderoso toro, en furiosa lucha contra sus enemigos a los cuales vence finalmente. Asimismo se encontraron numerosas cabezas de toro frente a la entrada del palacio del faraón Uadyi, de la Dinastía I de 3000 a.C. en Saqqara. Estaban colocadas en un banco, hechas de barro con cuernos auténticos, muy similares a las de Catal Huyuk, en Anatolia.

Paleta de Narmer

Paleta de Narmer

Resulta muy representativo el que los símbolos máximos de poder real, portados durante todas las épocas por los faraones y los dioses, hayan sido el látigo y el báculo del pastor, evidenciando la importancia del ganado en la mentalidad egipcia. Por otro lado, el faraón llevaba atado a la cintura un rabo de toro, símbolo de potencia. En la época arcaica se le representó como un toro, como en la Paleta de Narmer y en el Reino Nuevo llevó entre otros nombres el de “Toro Fuerte de Horus”. En el lenguaje diario, la alusión al toro fue frecuente, como la parte superior del cráneo, incluyendo la frente, que se llamaba y escribía como un par de cuernos de toro. El verbo “estar gozoso” se representaba como una vaca volteando a ver a su novillo y la idea de innumerable, se expresaba “como las cerdas del ganado”. La palabra jefe o dueño evoca a un toro dirigiendo su manada. Los mismos obeliscos, monumentos característicos del culto solar, llevaban en su nombre una cabeza de toro, probablemente porque la punta de este monumento, la piedra Ben ben, fue originada, según la leyenda, por el semen o la semilla de Atum o de un toro.

En diversas festividades el ganado tomó parte, por ejemplo en el Festival del Pilar Dyed, que se llevaba a cabo en Menfis, para renovar las potencias espirituales. En esa ocasión unaprocesión de toros daba la vuelta alrededor de los muros de la ciudad o se llevaban a cabo peleas rituales entre estos animales, dentro de los dromos que conducían a los templos de Menfis.

Creo que los animales, como tales, fueron ampliamente adorados en Egipto. En una época en la que el hombre realmente estaba inmerso dentro de la naturaleza y podía ver, apreciar y respetar en los animales rasgos distintivos importantes y dentro de estos animales el toro ocupó definitivamente un sitio de privilegio.

Los comentarios están cerrados.