
Imagen 14.1. Horus
Hemos estudiado cómo la aparición de HORUS (imagen 14.1) en la teología heliopolitana es un tanto particular. La presencia de dos dioses con el mismo nombre y distinto título: Horus el Joven y Horus el Viejo, aun no siendo sencilla, creo que ha quedado suficientemente clara en el apartado en el que nos referíamos a él. Recordemos tan solo, que ambos dioses son dos aspectos distintos de la misma divinidad. Su inclusión en la Gran Enéada como hijo póstumo de Osiris es una de las bases para crear un nexo de unión entre esta agrupación y la PEQUEÑA ENEADA DE HELIOPOLIS, (Pir. §178)
Mucho más elástica e inestable, estaba formada según los textos por: Thot, Anubis, Maat, Heket, etc., todos ellos deidades menores bajo la dirección de Horus.
La variabilidad de los protagonistas de esta totalidad divina queda clara simplemente remitiéndonos, una vez más a los textos, donde tomando como muestra al dios Thot encontramos que: en Pir. §175, aparece como hermano de Osiris y por lo tanto miembro de la Gran Enéada, en Sarcófagos 335 sustituye a Geb y en otros pasajes se manifiesta, bien intercediendo a favor de Nut y Geb, sustituyendo a Horus o como miembro de la Pequeña Enéada heliopolitana, una movilidad que nuestras mentes cartesianas no llegan a encajar fácilmente.

Imagen 14-2.
La Pequeña Enéada heliopolitana da la sensación de haber sido elaborada de forma artificial y forzada. Constatada en los “Textos de las Pirámides” no destaca de forma primordial y casi continuamente, los dioses que la componen se intercambian, variando el número de divinidades según la época que tratemos. No obstante, la arqueología nos ha hecho llegar numerosas muestras donde la Pequeña Enéada aparece explícita o implícitamente representada. De este modo, y tomando como ejemplo una de las estatuas monolíticas del rey Senusert I, encontramos que en el lateral del trono aparecen ambas Enéadas, la pequeña y la grande (imagen 14.2), identificadas con dos genios de fertilidad que mediante la fórmula del Sema-Taui, atan las dos plantas simbólicas del Alto y Bajo Egipto como Horus y Seth en otros grupos escultóricos del mismo rey (imagen 14.3). Este símbolo, tan frecuente en la iconografía, puede ser identificado como unidad para subrayar ese aspecto de orden y unión que el egipcio consideraba necesario para el buen transcurrir de los tiempos.
Debido a la gran inestabilidad de su composición, los datos que poseemos respecto a su creación y simbología son muy escasos. Sin embargo, el conjunto da la sensación de ser simplemente una justificación religiosa para agrupar aquellos dioses locales que no tuvieron un lugar para su legitimación, bien debido a un creciente y puntual poder de determinada deidad o bien dependiendo de la divinidad preeminente a la que convenga resaltar.
Como hemos visto el término Enéada encierra en sí ya no sólo a los componentes del drama heliopolitano sino que agrupa todo un apasionante mundo de misterios y claves, difíciles de desentrañar, de los cuáles con toda certeza, el habitante del antiguo Egipto era ignorante. Este simbolismo queda patente incluso en frases tan sorprendentes como: “Los Labios de Pepi son las dos Enéadas” (Pir §1100), donde la metáfora subraya la legitimación del rey en la agrupación mitológica.

Imagen 14-3. Horus y Seth (Trono Senusert)
…. “¿PERO QUÉ VA A SER DE MI DURACIÓN DE VIDA (ETERNA)?” CONTESTÓ EL OSIRIS N. “ESTÁS DESTINADO A (VIVIR) MILLONES DE AÑOS, (A TENER) UNA DURACIÓN DE VIDA (ETERNA) DE MILLONES DE AÑOS. PERO YO (ATUM), DESTRUIRÉ TODO LO QUE HE CREADO. ESTE MUNDO REGRESARÁ A LAS AGUAS PRIMIGENIAS, AL AIRE PRIMIGENIO COMO ESTABA EN SU PRINCIPIO. YO SERÉ EL ÚNICO QUE QUEDARÉ JUNTO A ÓSIRIS DESPUÉS DE HABERME CONVERTIDO NUEVAMENTE EN UNA SERPIENTE QUE LOS HOMBRES NO CONOCEN Y LOS DIOSES NO VEN”.
LIBRO DE LOS MUERTOS, CAPITULO 175